Para clausurar el cuatrimestre dedicamos la última clase a
compartir nuestras experiencias y opiniones sobre la asignatura. Cada uno llevó
su propia autoevaluación y la mayoría la compartió con el resto de compañeros.
Me gustaría dedicar esta entrada, ya en frío, a reflexionar sobre las
conclusiones que extraje de aquellas dos horas.
Para comenzar, me gustaría decir que después de esa clase
hubiera cambiado totalmente mi autoevaluación ya que mis compañeros me ayudaron
a ver de manera distinta la asignatura, hubo muchos puntos de vista que dieron
una nueva dimensión a lo que pensaba. De lo que mis compañeros comentaron, me
di cuenta de que todos o casi todos dividíamos la asignatura en dos partes, las
experiencias vividas en clase y el blog. Muchos daban más peso a una parte o a
otra, aunque algunos sí que se hacían fuertes en ambas.
Siguiendo con lo que mis compañeros me enseñaron fue que en
esta asignatura lo importante no era el contenido de ella, los temas o las
lecturas, lo importante era cómo lo aprendíamos. Muchas veces se dice que en un
viaje se tiene que disfrutar del camino, no solamente del destino y este era el
caso. En esta asignatura no era el profesor el que vomitaba conocimientos que
nosotros pegábamos con un post-it en nuestros jóvenes cerebros. En cambio, el
profesor, aparte de aportar conocimientos (de una manera menos bruta), era una
especie de guionista, de director de orquesta o de guía que nos ayudaba a que
los unos aprendiéramos de los otros. Sin darnos cuenta estábamos aprendiendo de
nuestros compañeros, desde la primera hasta la última clase. El desconcierto
que sentíamos las primeras clases solamente ha cobrado sentido al final del
cuatrimestre.